Uno de los trabajos más importantes que hacemos en terapia es aprender a cuidarnos. Es muy curioso que la mayoría de nosotros tengamos buenas conductas de cuidado aplicadas a los demás. Sabemos ser amables, somos capaces de ayudarles cuando algo va mal, podemos darnos cuenta de qué necesidad están manifestando y nos es fácil tratar de resolverla.

Sin embargo, cuando llega la hora de darnos el mismo trato a nosotros mismo, las cosas cambian. En muchas ocasiones, ni siquiera sabemos qué necesitamos. Desconectarnos de nuestra necesidad ha podido ser adaptativo en un momento dado de la vida, cuando esa necesidad no era atendida, o vista. En ese momento aprender a ningunearla pudo ayudarnos, pues acalló el malestar que nadie se encargaba de resolver. Esa solución fue muy útil en ese momento, pero en la actualidad, no escucharnos, no sentirnos, nos obliga a desatendernos.

En otros casos, sí que logramos conectar con lo que necesitamos, pero aun así, nos lo negamos tozudamente, sin saber muy bien por qué.

Es muy habitual que caminemos de la mano de un crítico interno voraz, que nos maltrata ante lo que juzga como error o debilidad.

Todos nosotros valoramos la amabilidad, y la agradecemos. Pero nos cuesta entender que esa amabilidad es también necesaria para tratarnos a nosotros mismos. Los budistas son conocedores de los efectos beneficiosos sobre el organismo de cultivar la compasión, y en sus enseñanzas, esta comienza por uno mismo.

En la actualidad tenemos acceso a numerosos estudios cerebrales que se han realizado en este sentido, y que concluyen que la actitud hacia nosotros mismos, transforma la anatomía del cerebro.

Una actitud Crítica favorece la activación de las zonas cerebrales que correlacionan con ansiedad, depresión, trastornos de la alimentación y otros problemas psicológicos. Mientras que la actitud compasiva, amable hacia uno mismo, promueve la activación de las zonas que nos protegen frente a estos problemas.

La neurociencia puede comprobar, que la amabilidad hacia uno mismo crea confianza. Mientras que la crítica genera inseguridad e interfiere en el aprendizaje.

Por eso en terapia dedicamos siempre un espacio a aprender a tratarnos a nosotros mismos. Es sano que queramos hacer las cosas bien, que pongamos atención en ello, que cuidemos de nuestras responsabilidades. Está bien que busquemos la excelencia. Todo eso está bien, pero podemos hacerlo desde un lugar amable, diciéndonos cosas que nos ayuden, teniendo paciencia cuando algo nos es costoso, tratándonos con cariño cuando nos equivocamos. Si lo hacemos así crecerá nuestra confianza, mejorarán las emociones facilitadoras del aprendizaje, y disminuirá el malestar. Todos podemos aprender a bien-tratarnos. Merece la pena.