LA HERENCIA

 

He pasado el fin de semana acompañada de un libro con este título. No os lo voy a destripar pues me parece altamente recomendable si os gusta la lectura, y encontrar a través de ella las claves de la condición humana.

Lo que si voy a hacer es comentar algunas de las cosas que suceden y que nos dan las claves del dolor que todos padecemos y que en ocasiones nos lleva a terapia.

No hay dolor más grande que el que nos infringimos unos a otros. Cuando alguien nos hace daño, es incomprensible, que otro ser humano, que siente el mismo dolor que tú sea capaz de dañarte, es algo que a nuestra cabeza le cuesta mucho entender.

Sin embargo sabemos que sucede constantemente, en la pelea en la que algunas veces se convierte la vida hay personas que invaden a otras o que abusan de ellas. Sucede en todos los lugares, en todas las instituciones y a todas las edades.

Las consecuencias de este abuso de poder sabemos que son muy dañinas, para el que lo sufre, para el que lo ejerce, y para toda la sociedad.

Sin embargo nos cuesta muchísimo verlo. Nos defendemos de la cara B de la vida. Cuando así sucede, en lugar de abrir los ojos, verlo con claridad, e intervenir para reducir el daño derivado de esas acciones, lo que solemos hacer es negarlo. Si negarlo. Curioso mecanismo defensivo del ser humano. Lo negamos individual y colectivamente.

Por eso vemos en las noticias cada día la dificultad de algunas familias para conseguir que sus hijos estén seguros en la escuela cuando son agredidos por niños de su edad, lo niega el centro, lo niegan las familias de los agresores, y en no pocos casos incluso la familia de los agredidos, que minimizan el suceso o el dolor que conlleva.

Y por supuesto no es la única situación, podemos trasladar esa actitud al acoso laboral, al maltrato intrafamiliar, a la negación de abusos sexuales cuando se hacen publico etc.

Me viene a la memoria el trágico caso de la niña Asunta asesinada por sus padres. Esta criatura  relató lo que le estaba pasando a adultos del entorno, incluso había pruebas físicas pues fue drogada y enviada a sus clases. A pesar de su relato y de la extrañeza de su estado, nadie escuchó lo que contaba. Y en consecuencia, no se actuó, el terrible final ya lo conocemos.

El dolor de cualquiera de nosotros que haya sufrido alguna invasión a lo largo de su vida, y en este caso creo que todos nos hemos visto alguna vez ese caso, se agrava por la respuesta del entorno. Nada duele más que la falta de compasión, que la obligación de silenciar lo que sucede para no perturbar a los demás, que la soledad en la que las personas agredidas tiene que vivir su dolor.

Es más fácil negar el dolor de las víctimas que cambiar las creencias. Y si, hemos de entender que a veces las personas somos capaces de hacer mucho daño a los que nos rodean, que tenemos mucho poder sobre los demás y que este puede ser usado con responsabilidad o por el contrario arbitraria y cruelmente.

Solo entendiendo que el mundo en el que vivimos es muy complejo, y nuestra naturaleza también, podremos estar en un lugar de mayor claridad para disminuir el dolor del mundo.