En este mundo nuestro andamos buscando siempre fórmulas que nos alejen del malestar. Nuestro sistema se pasa la vida intentando alejarse de lo que no le gusta, evitándolo, ignorándolo, resistiéndose, y a veces yendo a por ello para quitárselo de en medio cuanto antes.

Pero es menos habitual que nos ocupemos de cultivar lo que nos hace bien. Y a veces las cosas que nos hacen bien son muy sencillas y están a nuestro alcance pero no prestamos atención.

Hay actividades sencillas que provocan que nuestras neuronas se sincronicen, esta sincronía permite que nuestro cerebro funcione mejor, procese la información de un modo más adecuado, y por lo tanto adaptativo. Es como si nos resetearamos.

Los científicos han mostrado que esta actividad neuronal se desata ante cosas como “la belleza”, si la belleza es muy subjetiva, pero a nuestro cerebro le gusta. Y yo me atrevo a preguntarte, ¿dónde está para ti la belleza?, ¿la aprecias?.

Las fuentes de belleza son inagotables, la propia naturaleza, nos ofrece todos los días espectáculos gratuitos que seguro ponen a punto nuestras neuronas, y alguna cosa más.

Y por supuesto, seguro que estáis pensando en el arte. Por ejemplo en la música que os gusta, que además de producir lo que estamos comentando, provoca depleciones de dopamina haciéndonos sentir mejor y más animados. La contemplación es una buena amiga para cultivar la belleza, si observamos sin juicio lo que nos rodea, es muy probable que veamos la belleza casi en cada objeto o persona.

La contemplación puede dirigirse también al interior, es lo que tradicionalmente se conoce como meditación, y en el último tiempo llamamos mindfulness. El objetivo último de la meditación es descubrir la belleza que reside dentro de tu ser. Pero para llegar a verla, y por lo tanto a amarla hay que transitar el duro camino de parar, de no hacer nada, de quedarnos a solas con nosotros. Tarea nada sencilla en nuestro tiempo.

Os invito a observar, contemplar, disfrutar de la belleza, la que llega a través de nuestros sentidos, y la que está oculta en nuestro interior. Eduquemos nuestra atención, muy sesgada hacia la queja, hacia lo molesto, hagamos este pequeño esfuerzo y permitámonos disfrutar de la sincronicidad neuronal que nos prometen los científicos.